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El Mundo: La Feria del Libro ya dura todo el año
De Colombia, con progenitor médico y con la literatura como «algo que alimenta el alma y que siempre iba a estar conmigo». Al estilo de su compatriota Héctor Abad Faciolince. Y de tantos otros. Pues algún arrebato único debe de provocar frente al mundo la literatura en Latinoamérica, como para cruzarse a España con el ímpetu de levantar una trinchera letraherida. «Yo nunca hubiera hecho esto en Colombia, desafortunadamente», destaca Isabel Cristina Giraldo (Bogotá, 1983), la artífice de este reciente bastión: la librería El Retiro de las Letras, inaugurada en el arranque de la Feria, para que en el parque de El Retiro ya sea fiesta librera todo el año.
Pues desde que en 2020 cerrase Los Editores, una de las primeras víctimas culturales que se cobró la crisis del Covid, el pulmón de Madrid sufría de orfandad. «Quiero luchar por esta zona porque siento que hace falta una librería aquí. Nunca sobran librerías. Con la producción impresa tan extremadamente grande que hay en España, pues es como el Titanic, que te das cuenta de que la mitad de la gente va a morir. ¿Dónde van a parar todos esos libros? A saldos, quemados... Porque no hay lugares suficientes en el país que los alojen. No hay suficientes salvavidas».
Esa carencia, hasta ahora, había sido aliviada en parte por Kirikú y La Bruja, aunque su especialidad es sólo en infantil y juvenil; por La Lumbre, pero ya en las cuadras de Pacífico, y por la Cuesta de Moyano y la Biblioteca pública Eugenio Trías, aunque con otra solera y carácter. Faltaba una librería de barrio, con ambición generalista, y con la suerte de un estante obligado para la autoría latinoamericana. Y qué otro rincón más idóneo que el de la calle Anunciación, 2, estrenado por doña Paquita como una mercería a finales de los 50, según recoge una fotografía en blanco y negro, que inmortalizó un pretérito barrio del Niño Jesús, donde hoy abundan los recintos gastronómicos. «La colgué como homenaje a su propietaria. No hay nada más independiente que una mercería en los 60. Es comercio de proximidad, local, barrio, corazón, todo», explica con emoción sobre ese espíritu que busca replicar, pues es vecina de estas calles desde hace tres años y medio.
Su pareja encontró otro local adecuado en otro barrio, pero la relación que Isabel Cristina Giraldo ya había forjado con el paisaje arbolado ganó. «El Retiro es un parque que siento que nos pertenece a todos, es muy universal, el favorito de los madrileños y de los turistas. Y quería decirles: ‘Oigan, hay una librería que se parece a ese parque donde te sientes bienvenido’».
Así ha iniciado la aventura esta también editora, formada en Buenos Aires, donde hacen gala de que «hay 25 librerías por cada 100.000 habitantes, igual que aquí hay 25 tabernas por cada 100.000», bromea, y curtida en ferias del libro internacionales –representó a Colombia en la de Guadalajara; trabajó en las de Frankfurt, Bogotá, en la milanesa BookCity...–. Su «necesidad de darle una casa a los libros», aun sabedora del «riesgo, porque esta es una zona donde los alquileres son altos », redondea una historia que seduce capítulo a capítulo, y que arranca en Moyano, a finales de 2020, cuando esta librera aterriza en la capital, en plena pandemia. «Tuve suerte, y quiero agradecerle a Lara Sánchez, la directora de la Asociación Soy de la Cuesta, que me contrató enseguida. Dijo: ‘Necesito a alguien que conozca sobre gestión cultural del libro’, y me acogió y me insertó en el mundo laboral, que yo sé que lo hizo porque quería ayudarme».
Continuó después en otro sello madrileño, Impedimenta, donde se empapó de la deferencia por la cadena librera. Es decir: «El editor pone el precio, pero lo respetamos y lo vendemos a las librerías, para que sean el canal a través del cual llegan los libros al público». Un protocolo que en España puede parecer una obviedad, pero que, asediado por la venta a través de Amazon, es también un tesoro a conservar: «Aquí está mal visto si alguien hace una mala práctica librera, pero en Colombia es como lo más común», relata. Sobre todo porque no cuentan con una normativa del precio fijo del libro, actualizada aquí en 1979. «Aquí pelearon mucho para conseguirla y protege a las cadenas de librerías porque no tienen que competir con la guerra de precios. Allá, no; allá las grandes se comen a las chiquitas» y hay quien «se levanta todos los días diciendo: ‘¿Qué precio pongo al lector?’. Es terrible. Admiro muchísimo cómo se respeta acá». Y cita entre sus templos predilectos a Cervantes y Compañía y a Tipos Infames.
«Madrid tiene una hospitalidad librera impresionante», alaba, y así quiso agasajar en su inauguración, con la presentación de Alegría (Páginas de Espuma), un relato de Margarita García Robayo e ilustrado por Powerpaola, ambas compatriotas, que sirve de texto fundacional de la librería. Mientras que este cuento muestra «cómo la diferencia social genera todo tipo de violencias», sintetiza Isabel Cristina Giraldo en su primera recomendación, El Retiro de las Letras se proclama desde el extremo contrario: «Aquí cabemos todos» –con la vocal final dibujada en forma de ciprés–, es el lema que corona el local en una pared. «Cuantas más librerías, más democrático y abierto es un país», refuerza el editor Juan Casamayor durante el estreno, y añade Nuria Labari: «Es un sueño y una alegría de intrépidos y románticos» abrir un cosmos semejante. «Un imaginario soberbio», culmina García Robayo, donde «la gente se tome en serio que son bienvenidos», insiste la maestra de ceremonias. Su anhelo librero es como el de quien abre cualquier ejemplar impreso, desbordante de futuro.